domingo, 14 de noviembre de 2010

El agua clara y la gestión también



El agua ha pasado de ser un recurso a un problema, lamentablemente porque los ecosistemas acuáticos ( ríos, acuíferos, lagos y zonas húmedas) están tan deteriorados que cuestionan su salubridad y el uso para la agricultura. Este deterioro es la base sobre la que se sienta la Directiva Marco de la Unión Europea del 2000 cuya finalidad consensuada políticamente, es la restauración del daño causado y el uso sostenible del recurso.

Aparte del problema natural, en España, nos encontramos con el problema territorial. El río ya no es visto como una corriente continua de agua que nace en un determinado lugar y desemboca en el mar, sino como un elemento de litigio entre Comunidades Autónomas. Comunidades que por otro lado lo que quieren es controlar ese recurso encauzándolo, trasvasándolo o embalsándolo, con sus consecuencias políticas, económicas e incluso éticas, de las que nadie habla.

Los costes, es el problema derivado de lo argumentado en el punto anterior o las consecuencias de la “gestión” . Los costes no son solo económicos sino saber los tipos que se generan, quién los asume y los evalúa, incluidos los costes ambientales. Llegados a este punto cabe preguntarse ¿quién pone precio a un coste ambiental o a un coste social ocasionado por un desbordamiento o una contaminación? Y lo que es mas importante ¿quién lo paga?. La respuesta es muy fácil: Quién contamina paga. A la memoria me viene la contaminación por la rotura de la balsa de Aznalcollar el 25 de abril de 1998. Pasado 13 años aún nadie ha pagado los costes del desastre. Osea que no es tan fácil aplicar esa máxima.

No obstante algo se mueve. La Ley de Aguas de la Junta de Andalucía viene a poner un poco de orden y a trasladar la directiva comunitaria a nuestro régimen jurídico, pero también y para mayor consenso social del buen uso de un bien común, se aprobó el

La ley establece unos cánones para usuarios que antes no pagaban, como las hidroeléctricas, y hace mas racional, lógico y distributivo los cánones urbanos y de los regantes. A pesar de ello, la derecha tradicional andaluza, la que dejó el caballo por el portátil, sigue con sus esquemas mentales medievales de oponerse a todo que huela a distribución y a corresponsabilidad social. Mienten, tergiversan y manipulan aireando a través de los medios afines, el caos y el sobre coste de la nueva ley. 
Que pena de mi Andalucía, no se merece esta derecha.

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