LAS
MARGARITAS
Se
despertó como cada mañana con un buenos dias que nadie
escuchó. Boca arriba hizo un estiramiento que sonaba por todos los
huesecitos de su esquelético cuerpo. Miró el reloj, marcaba la
hora que él esperaba, miró para el otro lado de la cama y allí
estaba el ramo de margaritas que esta noche el gato había respetado.
Por un lado deseaba desprenderse de ese gato que le tenía el sofá
destrozado, pero lo respetaba porque era la niña mimada de su
esposa.
Había
escuchado hace tiempo que los gatos son tan fieles que cuando sus
cuidadores mueren, ellos se entristecen y fallecen también. Esto al
parecer no le afectaba y no había manera de decirle que su dueña ya
no estaba, que hacia casi un año que se fué y que quien sufre su
ausencia es él. Me gustaría te declararas en huelga de hambre, pero
creo que no está en tu pensamiento, dijo hablándole al gato que en
ese momento entraba en el dormitorio como cada mañana, a sabienda
que el desayuno casi estaba listo para él.
Se
levantó, sin hacer ruido y esta mañana no se vistió antes ir al
baño. Era una costumbre criticada durante 45 años de matrimonio que
nunca cambió. Estaba dispuesto hacerlo cuando se quedó solo, pero
no lo hizo porque le gustaba escuchar en su mente a su esposa
criticándole esa manía. Hoy era diferente, tenía una cita
especial, ademas de ser el ultimo dia del año, debía ir aseado,
limpio, bien trajeado y perfumado, no podría presentarse
desaliñado. Así que se duchó, afeitó, desayunó no sin antes
haberlo hecho el gato, se vistió con la camisa nueva que había
comprado para la ocasión y la corbata que hacía años no usaba.
Con
mucho cuidado, cogió las margaritas, dejándolas que escurrieran
para no mojarse, le quitó las hojas que empezaban a tomar esa color
ocre que vaticinan los últimos dias de vida, se miró en el espejo y
se dedicó una sonrisa, suspirando un “por fin”.
Con
paso decidido, se encaminó al salón, abrió el ventanal para que
entrara el aire fresco del invierno, puso una silla debajo del mismo,
se subió a la misma decidido, elevó la pierna con dificultad
poniendo el zapato izquierdo en el pretil, agarrándose a la otra
ventana con la mano que le quedaba libre de las margaritas, diciendo
en voz no muy alta. Margarita vamos a celebrar tu cumpleaños
juntos. Se empezó a empujar, cuando de pronto escuchó una
vocecita que le decía “ abuelo ponme el desayuno”.
Con una agilidad impropia de su edad y unos reflejos propios del niño
que pillan haciendo algo indebido, retiró el pie del poyete y se
bajó de la silla. Se volvió y con la tranquilidad propia de la
edad y la conciencia tranquila de que no estaba haciendo nada
impropio, le dijo a su nieta. Buenos dias, un beso mi niña. Ven
corazón que te caliento el Colacao. La cogió de la manita y la
llevó a la cocina. La subió a la encimera en el sitio que a ella le
gusta estar y como cada dia empezó a prepararle el desayuno.
Abuelo,
¿que estabas haciendo en la ventana?, le preguntó. Huy nada,
la abrí para coger un pajarito que estaba fuera, pero se escapó.
Abuelo,
¿`por qué estás vestido así?. Porque tenía una cita muy
importante, pero ya no voy a ir.
Abuelo,
¿ por qué tenías las margaritas en la mano si ibas a coger el
pajarito?, pues porque, se quedó pensando una respuesta
coherente, pero estaba arrinconado por una criatura de 5 años. Dejó
todo lo que estaba haciendo y la abrazó. Con lágrimas de alegria y
de tristeza a la vez la besó repetidamente y le daba las gracias una
y otra vez. La nieta encantada de tantos besos le correspondía con
una risa contagiosa y de pronto le dijo
Abuelo,
¿tu querias mucho a la abuela Margarita?. Con la voz
entrecortada y sin saber el por qué de esa pregunta, le dijo sí,
hija mucho.
Abuelo,
¿ y a mi me quieres mucho?. Sí, hija mucho también.
Abuelo,
pues como abras la ventana otra vez se lo voy a decir a mamá.
Otra
vez acorralado por una criatura tan pequeña no encontró mas salida
que hacerle cosquillas y ponerle el desayuno, no sin antes decirle a
su esposa en el silencio de la mente, Gracias Margarita por
salvarme. Feliz Cumpleaños tengas en el cielo con toda la gente
buena que te rodea y no me espere que tarderé unos años en llegar,
la margarita pequeña me necesita.
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